sábado, 12 de enero de 2008

“A veces los sueños vuelan muy alto, tan alto que no los alcanzamos y morimos pensando en ellos”


Abro los ojos y trato de no recordar quién soy...
Otro día más en esta jodida ciudad viendo a una bola de cabrones yendo y viniendo como locos. “La Rana” a mi lado sobándose la panza y diciéndome – ya hace hambre ¿no mi comandante?- A lo que yo solo le respondo –Chales mi Rana ¿pues qué me vez cara de Chef?-.

Desperezándome de la breve y fría noche invernal decido ir a ver a Doña Mago a ver si se mochaba con alguna tandita de tacos, tan buenos los hace que siempre me matan esta jodida hambre que siento cada mañana. Esa necesidad fisiológica me hace un hueco en la barriga tal como una mendiga moneda de 10 pesos al rojo vivo dentro de ella. Al llegar a su changarro y dar los respectivos guenos días le pregunto -¿Con cuanto me alcanza con esto Doña Mago?- y pum que le saco un buen de morralla. Puras de esas moneditas que dicen que son las que se van al cielo por que son las únicas que dan pa’ las limosnas en la iglesia.
Doña Mago me hace gestos a lo que yo solo le digo –hoooooo jefecita a usted le conviene por que le doy cambio y aparte es lo única que la gente nos da- A lo que Doña Mago responde – Si mi “Pirata” pero es que luego usted se me hace güey porque bien que sabe que choca estar contando y que luego me pasa incompleto el pago.-

Haciéndome, precisamente, güey solo le contesto que yo a la mano que me da de comer nunca la muerdo. Total me dio unas 6 ordenes pa’ la flota y un chesco familiar. Me regreso de volada pal crucero y reparto la papa a la banda. Nos sentamos a tragar como pirañas pero gueno que se puede pedir de alguien que creció en las calles. A todos los enseñan en su casa a tener modales pero yo de la mía no me acuerdo mucho, me escape de muy chamaco. El único recuerdo que tengo de mi jefa es un par de piernas llenas de varices y con unas chanclas que apestaban a madres y a mi jefe sumido en un viejo sillón lleno de parches. Medio sonso por qué no reaccionaba mucho, alguien me dijo que de tanto alcohol se le había hecho calabaza el cerebelo. Solo sabía decir “si” o “nel”.

Después de llenar la panza nos organizamos cada quien en su esquina sabiendo cómo manejar el asunto. El chiclero de vez en cuando nos rolaba algunas pastillas o chicles pa’ no espantar al cliente con el hocico apestoso. Ya saben como en los negocios grandes “La imagen ante todo”. El día empezó teníamos que apurarnos pa’ sacar lana ya que los fríos arreciaban y necesitábamos comprar unos suetercitos pa’ los que estábamos ahorrando, mas aparte la comida del medio día y con suerte la cena.

Así que entre todos hacíamos un buen equipo. “La Rana” una chava a todo dar, con lo que había conseguido de lavar parabrisas y coquetearle a unos De Tránsitos saco pa’ pintarse el perlo de güera. Un buen día me la tope ya que hacía un aguacerazo de la trastada de esos que se te mojan hasta los calzones, pero bueno debajo del puente vial me refugie y allí estaba. Con sus cachetes y sus pelos mojados me cayó bien de entrada y empezamos a platicar. Nos llegamos a conocer bien, nos compartimos de tocho morocho hasta los cuerpos.

“El Bicho” el ser viviente mas chaparro que he conocido en mi vida, pero más bravo que un perrote de esos rotgailer. Bueno pa’ los fregadazos y fiel camarada. Chiquito, chiquito pero con una dignidad y un orgullo como ninguno. De ahí fueron llegando el “Calcetín”, “Lujurias”, “Tepe”, “El Nenuco” y “El Mago” ¿Por qué el Mago? Porque ese vatillo sabía conseguir lo que fuera… bueno casi.

Nuestra área circundante era el crucero donde los caminos se juntan y donde tienes 4 opciones pa’ moverte. Así era mi vida siempre entre 4 caminos, entre 4 vientos, entre 4 opciones y no tomar ninguna. Siempre permanecí allí en medio, como si nunca me fuera a mover. No sabía que había pasando del mas “allá” o regresándome al mas pa’ “acá”. El día pasaba quedo y con un sol invernal, la Rana se estaba poniendo más morena y con esa chamuscada que se estaba dando ya se iba pareciendo más a esas güeras de table. Yo solo veía como las nubes pasaban y como el cielo estaba allí inmóvil solo que cambiaba de tonito conforme avanzaba el tiempo. Pasaban los coches, las mentadas de claxon, los chorrasos de jabón y la gente cagandonos encabronada por ensuciar sus naves, solo los urbanos pagaban bien porque esos si traían re puercos los parabrisas.
En ratillo me quede sentado mirando la estatua de un cabrón peinado de raya a lado. Según fue honrado, según fue pobre y según fue un buen presidente. Chales si ese güey pudo ¿el Bicho por qué no? En eso meditando ensimismado en mi pensamiento se puso el rojo en el semáforo, El Mago chiflo mientras el Calcetín gritaba “a la carga mis valientes”. Yo no me anime a caerle a ninguno, en eso se me aproxima el Lujurias y me dice – ¿ya checaste a la nenita del coche rojo?- y yo dije –Hay lujurias tu siempre de caliente ca…- y que me vuelve a insistir – Ándale pendejo o se va poner el verde -. En eso me levante y me fui con el serpenteándonos atrás de una camionetota pa’ no vernos tan obvios. Lo primero que mire fueron sus ojos. Dos ranuritas muy bien delineadas tal cual unas semillitas, como almendras o no sé qué. Después una cabellera negra, muy negra y chula como de esos anuncios ficticios de shampoo pa’ las morras de catego. De esas cabelleras donde dan ganas de sumergir la nariz y perderse en la bruma de sus cabellos. Morenita así como la virgencita, una boquita que parecía un duraznito apetecible de esos jugosos que te saboreas tanto que no quieres que se acabe. Ese fue el rojo más largo que tuve en mi vida, mi cerebro no sabía distinguir si era real lo que mis ojos veían. La morra saco unos lentes de sol y se los puso, de esos de mosca grandotes y redondos que tapan media face. Después solo vi que esa imagen congelada comenzó a moverse y se perdió entre la mole de autos.

Tome aire, me senté en la fuente de al lado y me quede por un largo momento callado. El Mago solo me dijo –chales mi comandante ¿qué te paso? Pareciera que te robaron el alma-.

De inmediato me aguijoneo la cabeza una interrogante que cada vez latía más fuerte en mi cabeza, como si me fuera a reventar ¿volveré a verla?

El Bicho el metiche oportuno como siempre, llego con una envoltura de chicles en la mano, -ese Paisano, mira lo que tengo aquí- a lo que solo mire de reojo. Dentro de la envoltura había unos números y unas letras a lo que pregunte – ¿y eso que madres es?- a lo que el Bicho contesto - Pues la placa- mi cabeza no reaccionaba aun -¿cuál placa?- Pos el numero de la placa de la morra. Mi cabeza alucino y de repente lo primero que vino a mi mente fue un nombre: Oficial Oviedo.
Si hubo un cabron mentiroso y chingaquedito con mas porte entre los oficiales de Transito ese era Oviedo. El Oficial Oviedo estaba asignado a la moto matriculada RP345, botas lustradas a la perfección, un peinado impecable que ni la gorra de guarnición despeinaba. Astuto a más no poder pero alguien que sabía agradecer el tratarlo como un ser superior y nosotros, quienes éramos sus mancebos, nos habíamos bien ganado su buena voluntad.

Una que otra lavadita a la moto para que anduviera a tono con el uniforme bien delineado y planchado. Ayudarlo a parcharse automovilistas que se chingaban los altos o simplemente hacerle compañía, cuando alguna de sus amantes lo terminaba.
Me fui en friega a alcanzarlo a dos cuadras de mi ubicación, pues se hallaba “aligerando” el tráfico que habían ocasionado unos semáforos descompuestos. Al llegar sin aire lo note sentado en su “Potranca” su fiel Yamaha 1200 que nunca lo botaba, re buena pa corretear ingratos y fiel evidencia de la autoridad corrupta de un empleado municipal. Al llegar y hacer las debidas reverencias me le acerque para hacer mi humilde solicitud. -Que tal mi comandante Oviedo- y él me respondió el saludo. –Pues ahí con este tráfico mentado y pues aguantando este sol quemador-. Después de hacerle un referéndum de todos los “favorcitos” que le habíamos hecho le pregunte si podía ayudarme con una bronca. Asintiendo con ese casco blanco con dorado y tras unos sombreados lentes revelando tenuemente dos minúsculos ojos que todo lo analizaban, le dije que necesitaba de su ayuda pues un automovilista se había pasado de lanza con la Rana agarrándole una nalga y que queríamos ir a romperle su máuser porque en su rápida huida mero le despedorra las patas.
Oviedo simplemente me miro detenidamente y me dijo – ¿y qué tengo que ver yo?- Pues aclarándole las cosas le comente que no habíamos podido alcanzar el auto así que el Bicho pudo memorizar la placa y anotarla. Le di el papel al momento de que se quitaba su guante. Escudriño el número y me dijo – bueno pues- tendré que mover algunos “paros” pero esta gueno por antigüedad te la valgo, solo que espero no se haga costumbre ya que andar averiguando estas cosas de manera extraoficial me puede meter en broncas-. Con una sonrisa que no me cabía en la jeta le di gracias que casi le beso las botas, lo que me detuvo fue que no se las quería ensuciar.

Qué bonito es vivir soñando e imaginando cosas. Te la pasas en la baba así como si el mundo girara a tus pies, no mas piense y piense lo malo es que hay cosas que tanto las piensas que a veces hasta crees que son reales y ya no sabes discernir entre la realidad y la mentira. El amanecer pensando en alguien, comer pensando que esta junto a ti, estar en el crucero y esperando a ver a qué horas se atraviesa de nuevo o ver cuando te vuelves a topar a ese sueño tan acariciado. Pensar en ella me hacía latir mi corazón, me hacía pensar muchas cosas, sentir las tripas revueltas. Me acuerdo que un día de tanto tenerla en mi mente mero me atropella un ruta 2 y me deja con las entrañas de jueras, si no hubiera sido por la intervención de la Rana que salto en chinga de la moto de un de transito pa’ jalarme de los trapos. Toda la flota me dijo que estaba mal que ya necesitaba ayuda médica y profesional, yo los mandaba al cuerno solo decía déjenme vivir que al fin tengo algo en que pensar.

Un soleado día de invierno llego el Oficial Oviedo, me quede pasmado. Ahí les traigo esto una bolsa con tortas y unos chescos de lata. Repartió pa’ todos pero con los nervios que tenía en lo último que pensaba era en tragar. En eso que me mira, yo sabía que detrás de esas gafas había un par de ojos pequeños como de águila que examinaba cada facción de mi cara, que me acerco y que le digo –que hubo mi Ofi ¿apoco no mas trajo eso?- y en eso se sonrió. Decía yo para mis adentros con el alma en un hilo y este pendejo saboreándoselo. – Aquí está tu encargo y sabes a mi no me haces pendejo, el dichoso mono que dices está muy bonita y como que la rana séme hace que no es de su tipo-. Extendió su mano enguantada y que me da una notita con una dirección. Se subió a su moto y se fue.
Mi mano sudaba parecía que en vez de una nota era mi corazón el que estaba en mi mano, mi mirada se centraba en el nombre escrito allí. Me fui pa’ la fuente y que le hablo al bicho. Al analizar la dirección y rectificar pinché mil veces donde era, le dije que me acompañara. Nos trepamos al camión y nos enfilamos no sin antes que se nos pegosteara el Mago. Veía las casas y los edificios, sentía el brincoteo del urbano y miraba como la tarde se iba fundiendo en la noche. Pensaba y pensaba ¿cómo será su casa?, ¿quién vivirá ahí?, ¿la llegare a ver? Al fin llegamos, era un fraccionamiento de lujo de esas casotas de novela, donde hasta las sirvientas están rebuenas. Buscamos el numero y fuimos muy cuidadosos pos con nuestras fachas no queríamos llamar la atención, ya que formábamos un cuadro muy sospechoso unos vagos buscando una casa en un fraccionamiento de de nivel. Presas fáciles pa la chota.

Al fin dimos con el número 29 bis. Una casa de cantera rosa y con un portonzote de madera fina. El Bicho me dijo –pa’ la mi comandante ahora si te la fumaste muy grueso, ¿qué hacemos aquí?- Yo no conteste nada. Nos acercamos y ya no me ocurría nada, solo me tronaba los dedos, el Mago de repente me dijo –y bueno ¿Qué? ¿no vas a tocar?- y yo dije –ps cabron y ¿qué digo? A lo que el Mago respondió –quítate, deja a los profesionales-.
Las patas se me hicieron de atole y mi corazón latía como loco. En eso un aparato sonó, según el mago era un “intercom”. Se escucho la voz de una doña y que el Mago se suelta –Buenas noches Señorita, disculpe la molestia es que fíjese que andamos buscando una dirección pero no le hallamos-. En eso que la voz contesta – espere un momento-. Chales yo dije hasta aquí llegamos, y en unos minutos que se abre una puerta aledaña al portón. Salió una doña de esas que le ponen finura a todo lo que tocan. El Mago se acerco y le dijo –buenas noches señora, disculpe que la molestemos es que fíjese que venimos a hacerle un trabajo a la familia Teruel pero no damos con la casa.- la señora le dijo – Ha muchachitos andan bien perdidos los Teruel viven hasta el otro lado del Fraccionamiento, mmmmm déjenme acordarme. Pero pásenle muchachos no me gusta atender a la gente en la calle – En eso entramos, era una casota de ensueño. Las paredes imponían y se notaba la presencia de la personalidad de la doña. Aun que era grande, la casa daba un sentimiento agradable y amistoso.

Nos llevaron a un jardín interior y ahí nos sentamos en unas banquitas. Había una luces rechidas, parecía como un jardincito de parque. De esos parquecitos de película de Pedro Infante. Nos brindo agua o te pero no queríamos dar molestias así que nos negamos. En eso que empieza a gritar un nombre conocido y que al escucharlo mi corazón dio un sobresalto, en un balcón, allí a lo alto se asomo a quien le dedique las últimas horas de mi vida. Su pelo en una coleta sencilla, vestida de mezclilla y con facha de estar chambeando pues tenía manchadas las manos de pintura. –Dígame mama que se le ofrece- contesto la muchacha. –Aquí hay unas personas que buscan a los Teruel ¿te acuerdas entre que calles viven?- En eso ella le respondió – Haaaaaaaaa hummmmmm entre Sebastiano y Malpica rumbo al obelisco.- Ella rápidamente nos hecho una mirada como pa’ más o menos ver quien estaba con su jefa. Cuando paso su mirada sobre mi sentí como que me pasaba algo caliente, ese cosquilleo en mi espalda estaba dándome que ya no me aguantaba.
La doña le agradeció y nos dijo – ahí esta las señas, ¿necesitan algo muchachos? Pero que señora tan amable aun cuando su aire era de alguien de nivel, nos hacía sentir como si fuéramos de su familia. -No jefecita- respondió el Mago – Ahí con eso damos, muchas gracias-. Cuando nos disponíamos a salir de la casa, la doña le pregunto al Mago – Oiga joven ¿su amigo se siente bien? No el chaparrito el otro. Es que veo que suda y como que le aflige algo.- ¿Pues que soy tan delator en mis maneras de ser que todo mundo se da cuenta de que me estaba muriendo? En eso que el Mago le contesta – no mi jefa esta medio lurias, es que anda enamorado jejejejeje- Yo solo lo mire con cara de partirlo en dos y dije para mis adentros – no mas falta que le digas que me muero por su hija-. La doña se rió y nos dio la bendición y nos fuimos.

Todo el camino me la fui cajeteando al Mago – pinché Mago ya ni la friegas, mero me matas ahí de un infarto- Y en eso el muy insolente que me dice – haaaaaaaa comandante pues que, ¿no la terminaste viendo?, apoco no estas contentote de que se te apareció heeee y en ropa de chamba.- Aun que según yo estaba muy molesto el Mago tenía razón, si no hubiera sido por él ni si quiera me hubiera acercado a la casa. En eso que le pregunto al Mago – ¿Y de donde sacaste lo de los Teruel?- y que me contesta –huuuuuu ¿pues que nomás crees que el periódico sirve pa dormir? Léete lo de sociales hay que saber que pasa en nuestra sociedad. Pinché Mago siempre con sus aires de grandeza.
En esa noche el Bicho y yo nos pusimos de acuerdo. El mago le consiguió una bicla no nueva pero si funcionable. Al otro día cuando ella se apareciera el Bicho la iba a seguir, íbamos a sacar que hacía ella en todo el día.
Bien fue temprano estaba yo a la espera y a las 8 en puntito ya estaba la chava en el crucero. En chinga que despierto al Bicho y que se pone sus trapos y que se trepa a la bicla. Mientras le decía las indicaciones que volteo a verla y de repente que ella me mira y fijamente. Yo no más me quede absorto en otras palabras tieso, se hizo el pelo para atrás y que se pone el verde, para cuando reaccione el Bicho ya estaba rodando. Fue el día más largo de mi vida. Ya en la tardecita tirándole a la nochecita que va llegando el Bicho, todo cansado y hambriento y que mando al Lujurias atraerle una orden de doña Mago. -¿Novedades mi buen?- que le pregunto. –Ps órale mi comandante déjeme respirar y tragar, que me muero de hambre- me respondió. En eso que llega el Lujurias, y el Bicho, este pedazo de gente que se saborea cada taco como en una eternidad que – ya le suelto la pregunta de nuevo – ya mendigo chaparro que me tienes en suspenso ¿qué fue?- Y ya que se suelta como hilo de media.

La chava iba a una escuela de catego, de ahí se iba con sus comadres al café. Después chacoteaba con sus compás de la escuela que las alcanzaban y de ahí se pintaba para su casa. Le pregunte al bicho si había visto a algún pelado que se le arrimara de manera sospechosa, pero mi alma suspiro cuando me dijo que no.

Al otro día fui a la escuela de ella. El edificio estaba de risa, parecía un cubote a medio hacer, con un chorro de varillas. Tal como fierro viejo torcido. Eso si se había morras que parecían monumentos pero a mi morenita nadie le ganaba, era única y lo que sentía por ella la hacía la más bonita de todas. La seguí al centro comercial y ahí era donde el Bicho me había dicho que ella se quedaba sola después de despedirse de sus amigas.
Regresando de mi patrullaje que me meto a la madriguera, pues así le decíamos a nuestro hogar, y que saco una caja de zapatos y que se la doy al Mago. –Mago con esto consígueme de los mejores chocolates que halles. No me importa que te quemes todo lo que hay en esta caja, que sean los mejores y que sean de nivel-. El Mago tomo la caja meneo la cabeza y se fue.

Pensaba yo que al otro día seria mi gran día cuando yo, el comandante, aparecería en la vida de esa chava y que sabría que existía alguien que estaba verdaderamente enamorado de ella. Estaba seguro que le demostraría al ser humano más enamorado del mundo.
El Mago llego dos horas después y me dio una caja de madera envuelta en plástico. Tenía labrados a unas mujeres medias encueradas pero de una manera en que le daba clase a la caja. Olía rebonito y se veía que habían labrado las imágenes con mucho cuidado, parecía una caja como de esos cigarrones que fuman los ricos. El Mago además traia otro envoltorio en su mochila, lo saco y me dijo –ten, ni modo que te le vayas a aparecer con esas garras a la morra-. Y saco una ropita sencillita pero nueva. Playera, calcetines y unos pantaloncitos. –pa’ los zapatos no me alcanzo, pero pos ahí lavas los tuyos- yo le pregunte - ¿pero cómo te alcanzo para todo esto?- a lo que me respondió – los chocolates de tu lana lo de mas va por mi cuenta y de la Rana- .No sabía que decir esos sí que eran compas.

Al otro día me levante tempranito y que me lanzo a los baños públicos. En friega que me baño y que me restriego bien el pellejo que no quedara nada sucio. Me lave los dientes y que me trago tres chicles que me dio el chiclero de esos que te hacen sentir que te sale hielo por la nariz. Rápido que me voy a la escuela de ella y ahí que me espero. Pasaron las horas y se me hacían eternas, chales que era esperar a una chava afuera de su escuela. Miraba atentamente las ventanas a ver si por ahí se asomaba. Al fin empezó a salir gente y que brinco de mi puesto de vigilancia, un árbol torcido que servía para dicho fin, salió caminado y que se trepa a su nave, un carrito deportivo pero de los sencillos así como el de la barbie. Que me trepo a la bicla que había conseguido el Mago y que me voy tras ella, desesperado iba ya que temía perderle el paso pero no fue así. Al fin después de esquivar dos choques de taxis llegamos a la plaza, me extraño no ver a ninguna chava de su sequito, pensé pa’ mis adentros –mejor así la tengo pa’ mi solita-.

Estaciono el coche y que se mete a un café de los de afuera pues hacía calor. Que se sienta y que se pone a leer un libro. Yo la miraba como le daba el fresco en su rostro y el aire acariciaba sus cabellos. Esos ojitos se movían al compas de su lectura, supongo que lo que leía traía chistes pues de vez en vez se sonreía una sonrisa pura, libre de culpas y de pecados. Yo no sabía qué hacer el hormigueo en mi espalada estaba duro sentía que me iba a arrancar la piel, mis pies no me obedecían y no sabía qué pensar. Ahora si no estaba ni el Bicho el metiche oportuno, ni el Mago el que todo lo conseguía, ni La Rana lo más cercano a una mujer que tenía.

El tiempo pasaba y veía como ella avanzaba en su lectura. Yo era feliz así no mas viéndola y degustando de su existencia. En verdad que Diosito sabía lo que hacía cuando la creo. Pensé y pensé y al fin me decidí diciéndome, es ahora o es nunca y que me aviento a cruzar la calle al dirigirme hacía ella, sentía como si trajera cola y muy pesada pero nada existía ni la plaza, ni el café, ni las personas. Solo estábamos ella y yo como en otra dimensión, en otra galaxia. Mi paso era seguro estaba a media calle parecía como que estaba atravesando un desierto para al fin llegar al oasis y refrescarme en sus aguas dulces. Unos pasos más adelante me detuve antes de llegar al café vi una imagen que me quito el aliento, vi a un muchacho que también me observaba era delgado, en extremo. Tenía unas ojeras profundas y un cuerpo frágil, se veía desalineado y con unas ropas muy modestas se notaba una vida de penurias y necesidades. Con unos viejos zapatos que estaban cosidos con alambre, en su mano derecha cargaba una caja, una caja de chocolates. Era un reflejo de uno de los grandes ventanales de la plaza, en ese momento me dije quien te va pelar así amiguito, solo das lastima. No podía creer lo que mis ojos veían. Después todo se puso negro.

Sentí como si un gran puño me hubiera golpeado todo el cuerpo. Salí disparado hacia el concreto y recuerdo que di de tumbos, como un muñeco de trapo. No sentía las piernas ni los brazos pero un gran dolor en mi pecho, lejanamente escuche gritos y medio vi sombras de gente que se detenía y otras corrían. Trate de levantarme pero mi cuerpo no respondió, trate de hablar pero no pude la sangre me salía de la boca y me ahogaba la voz, ¿Qué me pasa me pregunte? Fue entonces cuando sentí dos manos suaves que me levantaban la cabeza, dos ojos familiares me miraban y una voz dulce me dijo –Tranquilo todo va estar bien- Sentí como si un ángel me hablara, debo estar muerto pensé. Cuando me levanto la cabeza vi una caja de madera rota y unos chocolates regados. Levante mi mirada y esos ojos me contemplaban, aun que trataban de consolarme se notaba preocupación en ellos. Los mire fijamente e invertí lo que me queda de fuerzas para hablar, solo burbujas salían de mi boca, lo intente de nuevo y falle una vez más. Esa misma voz me dijo –no trates de hablar ya viene una ambulancia- En ese momento me sentía en el mejor lugar del mundo, que va en el cielo mismo. Pronto el dolor desapareció y la oscuridad se apoderaba de mí, me perdí en esa mirada y me fundía en ese espacio que existía. Poco a poco me fui desvaneciendo con la imagen más hermosa que había contemplado en toda mi vida sin poderle decir... te amo.