lunes, 23 de marzo de 2009

One Heart


… pues el hombre no vive ni muere en vano.

H.G. Wells


La mañana era húmeda y tenía las piernas adoloridas. Pare de correr un rato y limpie con mi mano el sudor que me escurría sobre la frente. La neblina estaba desapareciendo poco a poco entre el bosque junto a la carretera, ese día había pocos corredores y sentía una extraña soledad casi imperceptible por todos los pensamientos que me venían en ese momento.
Llegue a mi departamento, estaba ubicado cerca de la zona centro de la ciudad sin embargo eran días feriados y la mayoría de la gente se había ido. Comencé a desnudarme para darme un baño. Después de salir de la ducha me mire al espejo, contemple por unos minutos la cicatriz que tenía en el pecho, la línea era delgada y muy bien trabajada para no dejar huella. Sin embargo en mi vida esa delgada línea me había transformado para siempre.
Un año antes…
Siempre fui un hombre normal, mis habilidades me habían enfocado en el área de la construcción y siempre trataba de hacer de mi trabajo lo mejor. Era lo que me mantenía cuerdo y sobre la marcha.
Mi necesidad de nicotina me hacia cargar mi vieja y desgastada cigarrera y un viejo zippo regalo de algún amigo. Me desvelaba entre el trabajo y una que otra noche de juerga. Me encantaba pasarla bien con algunas amistades y pasármela en algún cafecillo callejonero o en un bar donde no cobraran muy caro y me la pasara cómodamente.
Después llegaba a casa y trabajaba sobre mi restirador dando algunos trazos con la compañía de mi cigarro. No hacía poco me habían llegado algunos proyectos pero la mayoría los tuve que desechar por la nueva propuesta del gobernador sobre la remodelación del Gran Puente. Iba ser un trabajo monumental y estaba contratando a mucha gente, el trabajo podría parecer fatigoso pero la paga seria buena para los que fungiríamos como diseñadores de las modificaciones para la vieja estructura. A menudo tenía que entrevistarme con el gobernador para ver qué nueva ocurrencia le venía a la mente y mantenerlo satisfecho.
El martes en la mañana me quede dormido y debía entrevistarme con él gobernador en el Bosque Nublado. Me levante como pude y me prepare para irme; salí en mi auto a toda velocidad y con lo temprano de la hora había poco tráfico. Trate de ubicarlo entre los corredores que veía a la orilla de la carretera pero sin mínimo esfuerzo lo encontré gracias al vistoso pants del color de su campaña política.
Sin más me empareje y lo salude al bajar mi ventanilla. –Buen día señor- salude –Buenos días mi estimado Ingeniero, bonita mañana para correr-, -si eso creo- conteste –sin embargo no es algo que me agrade- sin quitar la mirada del trasero de una joven extranjera que corría a unos pocos metros adelante me contesto – Si, lo noto y también que no es el típico arrastrado por que estaría de pants intentando correr junto a mí- escapándosele un risa sarcástica –No señor a los tres primeros pasos caería muerto y creo aun tengo cosas que hacer en esta vida. Sobre todo terminar su puente -. –Bien debo adelantarme porque me estoy enfriando, en la oficina está mi asistente esperándolo con las disposiciones- acelerando el paso se fue en dirección a la extranjera.
Yo solo prendí mi tercer cigarro del día y me fui al palacio.
Llegue a la oficina y me atendieron rápidamente entregándome la documentación con algunos pos-ticks con “sugerencias” del jefe. Salí apresuradamente y al atravesar la avenida me dispuse a entrar a uno de los cafés. Al llegar me atendió una joven muy amablemente. No le preste mucha atención pues me urgía checar las necesidades de mi contratista y verificar los datos.
Mientras revisaba las anotaciones en la televisión hablaban de los sucesos extraños que habían acontecido los últimos días. Un hombre desquiciado había asesinado a una joven curadora de un museo local y las autoridades aun no conseguían su captura.
Mientras preparaban mi café note los lindos ojos de la mesera pero estaba tan distraído con lo leía que no repare mas en analizarla. Entre sus ires y venires atendiendo a la gente fui notando más lo bonito de la chica y justo cuando quería romper el hielo mi estomago comenzó a generarme incomodidades, comencé a sentir una tremenda necesidad de ir al baño. Justo en ese momento se me acerco con una agradable sonrisa mostrando unos dientes grandes y vistosos preguntándome si se me ofrecía algo y yo con mis ganas de correr al sanitario. Mi intento de ponerme galán estaba frustrado y mi mentado estomago no me ayudaba mucho, así que solo respondí –nada, gracias- y le dije –compermiso - y me fui a paso apresurado echando a perder una buena oportunidad de conocerla.
Después de deshacerme de mi malestar estomacal regrese a la mesa. Trate de ubicar a la joven pero esta se había esfumado, solo pague mi cuenta y me dirigí al dichoso puente.
Mientras conducía meditaba, me sentía solo y trataba de enfrentar mi situación. Me sentía siempre solo y trataba de no pensar en ello, de vez en cuando recordaba mis fracasos sentimentales y trataba de reflexionar en que había fallado. Sin embargo aparecía esa inminente conclusión de que lo mejor era estar alejado de todo ello.
Al ir manejando por una zona residencial note a dos figuras femeninas. Un cuadro que no entendí en ese momento por que llamaba mi atención. Una madre discutía con su hija. La mujer era de mediana edad y trataba de mantener una postura de clase, la joven aun marcaba una adolescencia que trataba de mostrar su madures mediante la discusión. La chica iba uniformada para jugar tenis y mostraba un cuerpo atlético. La discusión seguía mientras subían al auto.
Continúe mi camino tratando de entender lo que acababa de visualizar sin embargo al llegar a mi destino nada ocupaba mi mente al ver frente a mí la imponente edificación.
Estacione mi vehículo en mi lugar asignado y baje con los planos en mano. Entre a la zona de dirección y me dispuse a trabajar hasta tarde.
Al llegar la noche encendí mi decimo octavo cigarro del día. En eso entro un mensaje a mi celular y me dispuse a leerlo. Bar 15 en una hora saludos. Stella siempre dirigía las reuniones y esa vez tendríamos cita en la terraza de dicho bar. Guarde mis avances apague mi laptop y partí del lugar. Al salir al estacionamiento y saludar a uno de los tantos veladores llegue a mi auto, de repente mi mano soltó las llaves, mi boca se abrió al tratar de respirar dejando caer el cigarrillo que traía en la misma. Me asfixiaba y mi cuerpo resbalaba por encima del auto hasta que caí al pavimento húmedo.
Mientras recuperaba el sentido me apoye sobre mi brazo y logre sentarme junto a la puerta del auto. Mi pecho me dolía y sentía un entumecimiento en los brazos y piernas. Supongo que habían pasado 10 min. Uno de los veladores llego corriendo –Ingeniero ¿se encuentra usted bien?- pregunto, yo asentí moviendo mi cabeza. –Lo ayudo a levantarse- asentí de la misma forma. Al incorporarme sentí que todo me daba vueltas. –Llamare una ambulancia- me dijo el velador y yo lo detuve. –No, todo está bien debo irme-, -pero ¿intentara manejar?- me pregunto de manera perpleja –si, puedo hacerlo solo estoy cansado-. Me subí al auto y lo encendí y me fui del lugar.
Llegue al sito acordado y me encontré con mis amigos. Me saludaron y Stella con una cerveza en mano me daba la bienvenida. –Que carita mi rey, parece que te me estás muriendo- y río de una manera verdaderamente insólita. Me senté y empezamos a platicar. Las charlas fueron pasando y las botellas vaciándose, la conversación se prolongaba y los temas eran variados, todos reían y yo me sentía extasiado las cosas se prolongaron hasta muy tarde y nos fuimos del lugar. Llegamos a mi departamento y estuvimos ahí. El tiempo transcurría y mis cigarros se acaban, estaba molesto por no haber comprado más y para cuando me di cuenta eran las 6 de la mañana.
En una hora tenía que presentar lo trabajado la noche anterior y solo tenía tiempo para asearme y correr al trabajo. Despedí a mis amistades y acordamos vernos esa misma noche. Saque los embases a la basura y apure mis pasos para llegar a tiempo.
Mientras manejaba sentí como mi cuerpo resentía las cosas sin embargo no me importaba tenía que llegar a mi destino en la brevedad posible y necesitaba tener todo en orden. Mientras me detenía en una luz roja observe mi rostro; a mis treinta parecía que ya estaba en el ocaso de mi vida los desvelos y los excesos se mostraban de una manera evidente. Mi barba desalineada y mis ojos irritados y entre abiertos hacían que pareciera un vagabundo, mi vida se estaba consumiendo y me importaba un bledo.
De nueva cuenta pase por la casa del día anterior, donde la joven discutía con su madre. Sin embargo en esta ocasión la joven se encontraba sentada en el escalón de su casa, vestía el uniforme de su escuela. Ella miraba la casa de enfrente y escribía algo en una pequeña libreta. Mientras pasaba frente a ella nuestra miradas se cruzaron y ella sonreía. Su cara era hermosa, mostraba una delicia de existir, sus ojos eran grandes y de color marrón que parecían un par de luces tan llenas de vida y su piel mostraba un bronceado resiente. Al verme ella saludo. A pesar de la simpleza del amable gesto sentí que había sido la acción más amable que había sentido hasta entonces. No pude emitir una respuesta solo seguí manejando.
Dicen que mientras explicaba los cambios al diseño de las remodelaciones del puente mis ojos se pusieron en blanco y me desvanecí. Lo único que recuerdo es el sonido de una ambulancia y el tumulto de personas que corrían. No podía recordar mucho.
Cuando trate de abrir los ojos y aclarar mi vista solo observaba todo excesivamente blanco. La iluminación me lastimaba la vista y trataba de razonar donde estaba, había tubos conectados a mi cuerpo y una maquina respiraba por mí. Cuando volví a reaccionar había una enfermera checando todo lo relacionado a mi cuerpo, en ese momento pude abrir la boca – ¿dónde estoy? -, la enfermera me miro y abrió uno de mis parpados. En ese momento llamo al doctor.
-Usted ha sufrido un infarto – un hombre de bata blanca con cabello blanco afirmaba la frase con franqueza. – Su corazón prácticamente dejo de funcionar unos segundos fue un milagro haberle logrado salvar-. –Bueno creo que la “cosa” ya paso ¿no? ¿podré ir a trabajar por la tarde?- pregunte incrédulamente. El doctor me miro fijamente y exclamo –lo que le ocurrió no es cualquier cosa, necesitamos reemplazarle su corazón-.
Estaba acabado mi vida al fin había llegado a su fin y fue cuando en verdad comencé a reflexionar que había hecho por mí. No podía moverme y el sentirme verdaderamente inútil me consternaba. Mis amigos habían ido a visitarme y trataban de animarme sin embargo esta vez nada me hacía sentirme mejor. Mi vida había transcurrido y ni siquiera me había dado cuenta. Era como rendir cuentas de algo a un juez de lo que había hecho con mi vida, no de lo que hice por los demás si no más bien lo que había hecho por mí y sin poder defenderme solo aceptaría el castigo sin dar una protesta, sin dar pelea.
Una mañana llego un joven a quien no reconocía de momento. Era delgado y estaba vestido de azul. Había algo familiar en él que me hacía recordar un poco mi pasado. Al acercarse me sonrió. Estaba perfectamente afeitado y su cabello estaba a rape, su olor declaraba una fina loción y su ropa perfectamente combinada y alineada lo hacía lucir de una manera impecable. Parecía salido de esos anuncios de barcos veleros donde se ven hombres modelos jóvenes bajo el ocaso de un día soleado.
Traía consigo un pequeño árbol y lo puso sobre la mesa. Al observarme noto mi falta de memoria. – ¿No me recuerdas viejo amigo?- solo guarde silencio, - ¿vaya tantas cosas y te has olvidado de mí?-, - ¿Recuerdas la preparatoria?, ¿recuerdas cuando nos escapamos del colegio para ir al cine a los estrenos?- Mi mente comenzó a recordar y a tratar de identificar al joven. Su cara limpia emergió del mar de mis recuerdos y solo exclame -¿Iván?, ¿Iván M.?-.
-El doctor me dijo que necesitas un corazón nuevo- Hablo con una dicción digno de un catedrático universitario. – Necesitas cuidados y atención. En mi casa serás bien atendido. Pero ahora necesitamos eso, el corazón y será algo no muy difícil de conseguir ya que parece que tienes influencias gubernamentales- exclamo con sarcasmo. –Alguien quiere que termines tu trabajo a tiempo-. Suspire y trataba de preguntar muchas cosas sin embargo no me permitía conversar. –Se lo orgulloso que eres y autosuficiente pero tus argumentos no me cambiaran de parecer, estaré en contacto- menciono mientras abría la puerta. Justo antes de cerrarla miro el árbol y me dijo –aprende a cuidarlo, tendrá que sobrevivir igual que tu-.
El tiempo transcurría y no veía novedades, comencé a pensar que haría. Hacía tiempo que no veía a mis padres y mi hermano tenía más de 5 años sin saber de él. Comencé a pensar en mi necedad y en mi falta de atención.
Mi tiempo se agotaba y ni las visitas de mis amigos me llenaban. Iván me visitaba a menudo y yo estaba cada vez más débil. Mientras meditaba una familia contemplaba a su hijo que convalecía en el bloque contiguo a mí, la cortina de plástico solo me dejaba ver siluetas y veía una figuras obscuras. Mientras el joven era ungido rezaba en vos baja una oración muy queda pero demasiado audible para mi atormentada conciencia.

“Alá perdona mis iniquidades.
Perdona no haber pensado lo que debí haber pensado.
No haber dicho lo que debí haber dicho,
por no haber hecho lo que debí haber hecho
y ayúdame a enfrentar mis angustias con dignidad
a la hora de mi muerte.”

El doctor entro y su cara reflejaba esperanzas. –Hay un corazón para ti, la operación se hará cuanto antes.-. Dentro de mí sentí un alivio único, era un sentimiento que jamás había tenido. Sabía que jamás sería el mismo hombre que entraría el quirófano en unos días.
La recuperación fue lenta poco a poco fui recobrando la movilidad de mi cuerpo. En cuanto me dieron de alta Iván me llevo a su casa. Mientras viajaba en la ambulancia observaba por la ventanilla grandes árboles y podría imaginar la humedad que emanaba de los mismos, el cielo se veía azul y claro sin una sola nube.
La casa de Iván parecía un palacio. Era blanca y la luz brotaba de todas partes, los grandes ventanales daban una vista magnifica desde lo alto de una colina, parecía como un monasterio silencioso donde reyes descansaban al final de sus días. La esposa de Iván era la persona más amable que había conocido. Siempre estaba al pendiente de mí y cuando algo necesitaba y me avergonzaba pedir ella lo deducía e inmediatamente y lo hacía. Era una mujer joven hermosa, alta delgada, blanca. Sus manos eran pequeñas pero muy dulces. Emanaba un olor a frutillas recogidas del campo por la mañana. Recuerdo que su cuello lo arqueaba de una menar muy singular.
Un día mientras nadie se encontraba en casa decidí dar un paseo por la casa. Una enorme viga de madera atravesaba el techo de la casa como una columna vertebral. La casa parecía seccionada en varios niveles sin quitarle un entorno armonioso. Los detalles estaban bien terminados y los ventanales daban una ausencia de encierro en la misma. Llegue a una zona alta y parecía como resguardada. En un principio imagine que era el estudio de Iván sin embargo al abrir la puerta me tope con un cuartito beige el cual contaba con juguetes de peluche y una cuna de madera finamente tallada. Cómo estaban presentadas las cosas en el pequeña habitación demostraban un afecto, un anhelo, amor. En la pequeña cómoda junto a la cuna había una foto de una bebe.
Estaba sentado junto a mi ventana. Miraba como se mecían los árboles y a lo lejos las nubles que se escurrían entre la montaña. La esposa de Iván llego con una jarra de jugo de naranja, al mirarla solo pude decir –yo tantas molestias y usted tan bondadosa- al decirle eso contemplaba su cara. Reflejaba una tristeza lejana y al estar erguida junto a mí con la iluminación de la luz de día parecía una estatua de esas de mármol, finamente tallada. Ella me respondió – no te preocupes eres un amigo de la familia y es lo menos que podemos hacer por un amigo-. Al decir esto sonrió y se marcho.
La herida de lo operación era como una serpiente sobre mi pecho que me generaba dolor sin embargo la calma de aquel lugar contrarrestaba ese efecto.
Un día Iván llego como salido de un domingo por la mañana en un campo primaveral. Su cuidado personal tan impecable y tan acorde con su casa me hacía sentir como un ser burdo y fuera de contexto. Él me miraba de una manera grata – ¿Cómo te sientes esta mañana?- preguntó –Mejor, solo las molestias típicas de un operación resiente pero las atenciones que has tenido conmigo y la comodidad de tu casa me ha ayudado de mucho-. Él solo sonreía sin prestar atención a mis agradecimientos. – ¿Iván? El otro día di un paseo por tu casa y sin querer entre a un pequeña habitación del otro lado. ¿Quién es la pequeñita de la foto?- Iván solo miro la ventana y su mirada se perdió en el horizonte.
Su boca comenzó abrirse lentamente. –Mi esposa estaba embarazada y estaba por dar a luz cuando la guerra comenzó, recuerdas que por ser padre no era obligatorio enlistarse, así que me quede con mi mujer y no tuve que participar en nada -. Suspiro y me miro –fueron los meses más hermosos de mi vida, jugué con ella, le di de comer, ponía su cabecita en la palma de mi mano y la contemplaba horas mientras dormía. Un día simplemente no despertó y aun recuerdo cuando veía como desaparecía bajo la tierra en su pequeño féretro blanco-. Yo solo lo miraba mientras sus ojos que se cristalizaban y pregunte -¿cómo pudieron soportar esto sin separase tu esposa y tú?-, el volvió a mirarme – mi hija me había salvado de participar en una de las más grandes estupideces humanas y aun que ella partió esto nos unió mas a mi esposa y a mí-. –Mi hija se ha ido y tal vez no le vi crecer, llevarla a la escuela, su primera cita, sus primeros problemas amorosos. Me hubiera gustado que danzara y verla flexionarse de un lado hacía otro. Pero cada vez que me embarga la tristeza recuerdo que ella me salvo de, tal vez, de no haber regresado casa y que tengo una esposa que me ama y que no me hace sentir solo-.
Días después me despedí de Iván y su esposa. Viajaba de regreso a casa y meditaba sobre todo lo que ellos me habían enseñado sobre la vida.
Cuando llegue a mi apartamento comencé a ver las cosas diferentes. Todo estaba como lo deje pero había algo distinto. Reevalué mis ideas y no sabía por dónde empezar.
Arregle mis papeles y me dispuse a continuar mi trabajo, hice algunas llamadas para ver los avances que se habían hecho en mi ausencia y algunas otras novedades. Me preparaba para una entrevista con el Gobernador afeite mi barba desalineada, me corte el cabello y vestí de traje. Al mirarme el espejo; mire a un yo rejuvenecido, bien vestido y con un color de piel nítido y muy lejano al que había visto hace unos meses atrás. Fui por las llaves de mi auto y junto a ellas se hallaba mi cigarrera por un momento mire a mi vieja compañera de vivencias. Tome mis llaves abandonando un recuerdo de mi viejo corazón derruido.
Con el tiempo me fui recuperando y recobrando mi vida sin embargo siempre tuve la incógnita de quién había sido mi salvador al donarme su corazón y brindarme una segunda oportunidad.
Un buen día asistí al hospital para averiguar el origen del vital órgano sin embargo me dijeron que los familiares habían preferido mantener el anonimato. Después de tratar de indagar por todos los medios y con la ayuda de mi jefe el gobernador logre dar con la dirección.
Después de darme las indicaciones apropiadas me dirigí al lugar. La ruta se me hacía conocida y mi sorpresa se acrecentaba cuando llegue a una casa que me era familiar. Hacía tiempo que había visto dos escenas significativas y ahora intervenía en la misma. Mientras sorprendido trataba de ubicar el sitio mire a un joven en la casa de enfrente, arreglaba el jardín y lo hacía con sumo cuidado. Su dedicación a las diferentes flores que había demostraba un afecto singular pareciera que atendía algo personal y no el jardín de algún patrón. Toque el timbre y una mujer conocida de mediana edad, morena y con el pelo recogido me abría la puerta. –Sí, ¿diga?-, -buenas tardes- salude -¿es aquí la casa de la familia Carballeda?-, ella me miro de una manera extrañada y me respondió afirmativamente. – Bueno, he… mire… seré claro he venido porque he sido salvado por el corazón de alguien de esta casa y me tome el atrevimiento de averiguar quién era ya que es algo muy importante para mí saber, quién fue esa persona- Ella me miro de una manera muy fija analizándome cada centímetro de mi rostro, volví a insistir de la manera más delicada que pude -mire no quiero generar molestias pero en verdad necesito saberlo no puedo estar sin saber o más bien conocer de quien es el corazón que late dentro de mi entrañas, quién me ha brindado una segunda oportunidad- la mire como quien mira a una madre y necesita de su aprobación.
La mujer me dijo que pasara y me llevo a la sala de la casa. Era grande y tenía una chimenea en la esquina, había variadas fotos en el lugar. Unas imágenes mostraban viajes familiares y algunas personas y amigos de la familia, también había fotos de una joven hermosa y comencé recordarla con su uniforme deportivo discutiendo con su madre.
-Mi hija tenía 17 años- rompiendo el silencio exclamo la señora – le gustaba mucho el deporte y teníamos grandes planes para ella, le mantuve un régimen alimenticio y de atención a su escuela alejada de relaciones con jóvenes que la distrajeran- tomo una fotografía que yo había contemplado durante unos minutos. –Esta fotografía fue durante un viaje al mar, fue amor a primera vista siempre que podía se escapaba a la playa- nostálgicamente acomodo la fotografía en su lugar. La mujer miraba las demás imágenes sobre la mesa y seguía relatándome algunas cosas. – Le gustaba correr en las tardes en el Bosque de Niebla. Era una chica muy activa y entregada al estudio- Una lagrima rodo por su mejilla al decirme esto.
Temía preguntar acerca del motivo del fallecimiento de la chica sin embargo se me hizo algo imprudente y trate de evitar la obviedad de mi pregunta. Pregunte a la mujer si me permitiría visitar el cuarto de la chica. Ella asintió y me llevo a la pieza ubicada en el segundo piso de la casa. Me abandono diciéndome que si algo se me ofrecía estaría cerca cerrando la puerta de la habitación.
Comencé a recorrer el cuarto con la vista y este exponía la juventud de ella. Cada centímetro exponía su amor por la vida y las expectativas que tenía. Las paredes tenían posters de jóvenes artistas del momento, una ventana que daba a la calle y de donde se podía ver al jovencillo trabajando en el jardín y junto un pequeño pizarrón de corcho donde tenía adheridas fotografías y algunas anotaciones.
Me acerque para ver detenidamente las fotografías. Había varias con sus compañeros del colegio, del viaje que había hecho hacía la zona costera. Las notas incluían boletas de sus calificaciones y sus propósitos de año nuevo. Mire su pequeña cómoda junto a su cama y note un pequeño libro de anotaciones rojo. Era una especia de diario personal pero incluía cosas específicas acerca de alguien por lo que alcanzaba a leer se trataba de algún joven y hacia referencias afectuosas hacia él. Una de las pequeñas notas decía “Pequeño tonto ¿porqué no me miraras?, hace rato que estoy en mi ventana y ni caso me haces”, “si como le pones atención a esas flores del jardín me pusieras atención a mí, no puedo creerlo debo estar loca estoy celosa de unas flores”. “Desearía ser una flor para que me cuidaras y me protegieras con esas manos”.
Me asome en la ventana y vi al chico mirarme por un momento. Se quedo inmóvil y con sus manos sucias, un puño de tierra en una mano y una herramienta en la otra. Su mirada era triste y pensativa, leí en sus ojos que trataba de comprender no tan solo el que hacía yo mirándolo desde esa ventana si no, pienso tal vez, el por qué de la ausencia de la joven. Agacho su cabeza y siguió en su que hacer.
Continúe leyendo y entre una de las paginas había una pequeña pulsera. En la pagina se podía leer “espero el momento preciso para dártela”. Salí de la casa y en el umbral de la puerta mire a la señora, ella con sus ojos llenos de amor me abrazo. Me abrazo como se abraza a un hijo que se ha ido para no volver más.
Cruce la calle y busque al chico del jardín. Él permanecía ahí inerte esperando una respuesta que tristemente le llego mediante mis palabras. Saque la pulsera y se la entregue, el me miro estupefacto y tratando de leer mis pensamientos. Lo mire fijamente y le dije –créeme ella pensaba en ti todos los días-. Me di la vuelta y me fui.
Estaba parado en la banqueta y miraba la calle, del otro lado estaba el café y la chica guapa trabajando en sus idas y venidas. Comencé a caminar hacia el lugar mientras pensaba. Supere mis vicios, mis miedos, mis dudas ahora me quedaba respetando la nueva vida que se me había dado. Mi vida estaba por extinguirse y sin embargo hubo quien pudo darme una segunda oportunidad. Hay cosas incomprensibles para mi mente sin embargo esta vez no pensaba dejar pasar las cosas en vano y estaba preparado para dejar de ser un errante, un peregrino sin rumbo que había encontrado al fin un destino.