martes, 15 de junio de 2010

Pasa y disfruta el silencio



Los martillazos se escuchaban varias casas alrededor. La obra ya cumplía casi un año y el silencio era algo que había escaseado desde que empezó. Serian las oficinas de un periódico partidista y el dueño remodelaba unos antiguos departamentos.
Debido al ahorro de cierto líquido que disolvía la pintura arraigada en las paredes, había decidido que los trabajadores picaran la pintura con sus cinceles y con esto el martilleo había sido constante por meses.
A menudo visitaba dicha zona pues trabajaba para una farmacia que entregaba los medicamentos a domicilio. Me correspondía llevarle la medicina al Señor Toss quien sufría de asma y al ser vendedor de productos online siempre se hallaba en casa.
Con el pasar de los meses notaba que el señor Toss empeoraba y adelgazaba, al grado de parecer un escuálido pececillo de lago contaminado. Su piel blancuzca y transparente, con la sombra de su barba de un día lo hacía verse mas como esos judíos de campo de concentración. Tenía una calva que acentuaba su físico de personaje salido de película de Tim Burton.
Era muy amable aun que su ermitaña vida pareciera que lo había hecho un poco desconfiado de las demás personas. Siempre que llegaba a su casa me invitaba a tomar un vaso con agua pues el calor del día me hacia deshidratarme mucho.
Mientras estaba en su casa, los escasos 5 minutos que permanecía en ella me era insoportable el sonido del golpeteo de los innumerables martillazos. Y eso se repetía cada semana que entregaba la medicina del señor Toss.
Conforme iba a las entregas notaba diferentes cambios en él. Un día note que su calva era más grande, otro día le brincaba un parpado, mas adelante un ojo lo tenía más salido. Recuerdo inclusive un día en que la lengua la tenía tan hinchada que tuvo que escribirme las cosas pues no podía hablar.
Hubo una ocasión en la que esperando el vaso de agua yo me encontraba en la sala de su departamento, encontré una nota en el suelo mientras observaba mis viejos tenis de batalla. Tome el papel pues el señor Toss tardaba en regresar.

Día 333
No soporto ya el sonido, cada noche retumba en mi cabeza. Puedo escuchar aun el metal rasgando la pared, de tajo, de golpe. Cada martillazo es un electroshock en mi cabeza. Imagino sus caras llenas de polvo, sus manos callosas sosteniendo los cinceles. Sus zapatos viejos y llenos de cal y su nauseabundo olor a sudor y cerveza.
Ríen y cantan por las noches. Son unos demonios, unos demonios de cemento y cal que apuñalan mis oídos llegando a mi alma la cual me devoran sin cesar…
Me estremecí al con semejante nota y al ver que mi cliente no regresaba me fui, dejando la medicina. Justo al salir del edificio note algo extraño, los martillazos habían cesado.
A la siguiente semana mientras preparaba el maletero de mi motocicleta, mi jefe se acerco para entregarme las medicinas del señor Toss, diciéndome – Vas a la zona del incidente- extrañado lo mire y me dijo nuevamente –si, ¿acaso no supiste? , asesinaron a 6 albañiles.- Mi rostro reflejó una admiración que ni yo mismo podría describir. –Los torturaron y los clavaron con sus cinceles por la cien en el suelo-.
Como si me hubieran puesto hielo en la nuca me dirigí a la “zona del siniestro” toque la puerta del señor Toss y este salió con una cara apacible, bañado y afeitado quien me dijo al abrirme la puerta – ¿no quieres pasar y disfrutar del silencio?-

5 comentarios:

Unknown dijo...

A veces, es necesario disfrutar del silencio...
Muy buen cuento! me gusto ^^

Unknown dijo...

he he!!! que chido leerte de nuevo mano, ya era hora...
era como si el señor Toss se estuviera volviendo un zombie, me hizó recordar cuando se estaba demoliendo el edificio de avon que estaba saliendo del metro Miguel de Quevedo, tardaron años en tirarlo estaba echo de piedra y cemento, no podían dinamitarlo por que las construcciones aledañas eran muy frágiles (patrocinadas por infonavit), se podía ver a los albañiles en lo alto del edificio con su mazo y ningún tipo de protección... y cerca de ahí, vendían unas tortas rechidas!!! las hacían en una panadería y te las horneaban ha ha ha!! que chido :P
Muy bueno John :)

Anónimo dijo...

Bueno, lograste contagiarme la desesperación de los martillazos, me gusta tu forma de describir cada detalle, lo que hace que me agrade, ya que tengo la manía terrible de imaginarme cada línea que devoro.

Felicidades tus detalles en la descripción me recuerdan el libro de hemingway "El viejo y la Mar".

Anónimo dijo...

Excelente cuento justo me sucede lo mismo que al señor Toss jajaja pero bueno los albañiles solo hacian su trabajo.
Estremecedor como siempre me encanto esta historia aunke no te lo pueda decir en otras circuntancias tkm jonathan.

Linney Sala dijo...

Como si no pudiera arreglar las cosas hablando!!!:P Y sí, a todos nos agrada el silencio, pero para llegar a tal grado como que debió buscar otra solución jejeje!! :P