viernes, 16 de septiembre de 2011

Knock me out…


Un hombre despertó en una tarde azul. En su habitación había una ventana grande con una terraza que daba al mar, las estrellas acompañaban una luminosidad emitida por el gran astro lunar. Él se encontraba desnudo y su cuerpo húmedo reposaba después de dormir unos minutos.
La cama era amplia y sobre la cabecera se encontraba coronada por un gran cuadro de un hombre de Vitrubio, efigie de la perfección matemática humana.
Un brizna marina suave entraba por la ventana moviendo las persianas en un compás lento y suave. El hombre miro a la ventana y una figura recargada en el marco escudriñaba el océano. La figura en su postura proyectaba una sensualidad única. Si piel desnuda delataba una piel suave y la luz reflejaba un color moreno. De su espalda caía una hermosa cabellera castaña tal cual una cascada abundante. Recorría su espalda desde los hombros hasta su cadera.
Sus ojos obscuros tenían una mirada perdida en el horizonte. Ella aun sentía las huellas de las manos de él recorriendo su cuerpo. Esas manos grandes y fuertes habían surcado hasta lo más recóndito de su profundidad femenina.
El observaba el hermoso cuerpo desnudo en el que se había sumergido y que por más veces que lo había disfrutado no podía dejar de saciarse de él, cada día amanecía con el olor de ella en su cama provocándole una erección matutina.
Él la había devorado con exquisita delicia, le gustaba morder sus labios. Le gustaba tocar sus piernas y sentir ese par de columnas griegas rodearlo y apretándolo exigiendo una pertenencia única y salvaje. Un sentido de posesión que desconocía y que aun así no podía ignorarlo.
Sentimientos abordaban el corazón de él, sentimientos abordaban el corazón de ella. Pero ese sentimiento era un grito ahogado por conveniencia, por legalidad, por reglas, por normas que ambos estúpidamente seguían. Todo en aras de la supervivencia.
El hombre al no poder aceptar lo que sentía introdujo su mano bajo la almohada, la cacha de una pistola tímidamente se asomó. La chica mirando la luna con sus manos en el pecho entre sus dulces pechos sujetaba una daga que ya tenía escrito el nombre de él en su hoja…

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Me gusta mucho! Esa historia suele ser muy conocida.

Anónimo dijo...

Me encanto es como si ya lo hubiera vivido!